vendredi 9 août 2013

Visitando una de las joyas del “art déco” en Bruselas: la villa Empain. No podía faltar un consejo gastronómico para terminar.







Mis queridos y amables lectores, lectoras, lectorcillos y otra población urbana o rural que me soportáis impávidamente: tengo el placer de dirigirme a ustedes vosotros para comunicaros que me largo mañana de Bruselas durante un par de semanas. Pero ¡no! Sorokin no se va a ir sin contaros alguna tontería más de las que pasan por el aburrido cerebro de éste, vuestro bloguero.  Y esta vez, os voy a hablar de uno de los monumentos más interesantes del “art déco” bruselense. Como todos sabéis, Bruselas es uno de los centros del llamado “art nouveau”, cuyo exponente principal era Victor Horta. Ya os he contado algo hace unos meses sobre sus obras (pinchad aquí, vamos, si queréis). Sin embargo, el “art déco”, su sucesor, más basado en líneas rectas y materiales nobles, es menos conocido, pero no menos importante.  Pues bien, uno de los edificios emblemáticos de este estilo en Bruselas es la VillaEmpain, así que, aprovechando un domingo soleado y vacío –todo el mundo se había ido a la costa-, servidor se dijo “Sorokincillo, ¿vamos a ver la villa Empain?” Y venga, ahí que me fui.




Tanto la villa como sus propietarios han pasado a lo largo de su existencia por peripecias bastante fuera de lo común. La villa la construyó el segundo barón Empain en 1930. Un joven de 23 años, rico a reventar, hijo del General Barón Empain, ingeniero y militar que construyó el metro de Paris entre otras cosas. El joven Empain, caprichoso, haciendo como si fuera Paris Hilton “avant la lettre”, se hartó de la casa, la cedió al Gobierno Belga y se fue a Canadá. En 1943, el ejército alemán de ocupación se instaló en ella. Tras la guerra fue embajada de la Unión Soviética, oficinas de la Radio Telé Luxemburguesa y, finalmente, comprada por la fundación Boghosian en 2006. En la actualidad sirve de museo de la fundación.

Para completar la saga de los Empain y así, a vuelapluma, os contaré ¡Oh amables y pacientes lectores!, que el nieto del primer Barón fue secuestrado en París en 1978 y que los secuestradores le cortaron el dedo meñique. Novelesco y truculento ¿eh? Pero en fin, sobrevivió, e incluso estuvo detenido por quiebra fraudulenta años más tarde. Vamos, que yo prefiero vivir en un miserable apartamento y evitarme todos esos sobresaltos que les pasan a los ricos.

La villa, que firmó el arquitecto suizo MichelPolak está en una de las avenidas más lujosas de Bruselas, donde se concentran un montón de embajadas. En ella se celebra hasta el 1 de Septiembre la exposición “turbulencias”. Así es que, todavía tenéis tiempo de ir a verla. La exposición es interesante, pero casi vale más la casa en sí misma, con fabulosa piscina, amplios salones, escaleras de mármol, y esas cosas sin las que la vida se vuelve grisácea (o, al menos, para los ricos).









Algunas piezas de la exposición son esculturas que intentan reproducir el caos de la turbulencia.









Pero las piezas más entretenidas son los móviles, algunos, verdaderamente fascinantes. Para verlos moverse, lo mejor era filmarlos, así es que, ni corto ni nada (perezoso sí, eso es una estructura de la que no me puedo librar), hice el vídeo que os pongo a continuación. Si tenéis el valor de llegar hasta el final, os percataréis que vuestro bloguero predilecto ha cometido un error en el título final. No lo subsano porque, como digo, soy un perezoso y porque a ver si así consigo que os lo veáis entero, qué rayos.



Y como no todo en esta vida va a ser arte y arquitectura, os voy a dar un buen consejo para pegaros una buena comilona. No está en el barrio de las embajadas, pero es igual, os cogéis el tranvía y os vais a Jette. Allí está “Le vieux Pannenhuis”. Un restaurante de rancio abolengo bruselense.







En fin, no sé si se deduce por las fotos, pero cuando yo fui, hacía un frío que pelaba aunque era en Mayo. Se siente ya el ambiente acogedor desde el exterior, pero más todavía cuando te aposentas al lado de la chimenea. (Bueno, si queréis chimenea, más vale que no vayáis en Agosto)




Todo aquí sucede al viejo estilo: sillones confortables, camareros atentos y bien educados sin despreciar una suave bromita de vez en cuando, y un público que… no sé yo si descenderán de la familia Empain, pero casi.


El foie gras salteado sobre un lecho de manzanas caramelizadas que podéis ver aquí, puede hacer que entres en levitación. Menos mal que los techos son altos.



De segundo, unas chuletas de cordero a la brasa con su gratín “dauphiné”, una endivia braseada y unas judías verdes tampoco estaba mal, que todo hay que decirlo.


Un Monbazillac con el foie y un Chateauneuf con las chuletas (la verdad es que yo, comí pescado, pero no importa) llevó la cuenta a 120 euros por dos personas. Pero, en fin, un exceso de vez en cuando -sobre todo si tienes que convencer a tu pareja que no eres tan despreciable como ella piensa- vale la pena.


Y vale. ¿Os creéis que ya os libero? Pues ni para atrás. Sorokin cuando se pone es como un bulldog. Os recomiendo una lecturita para vacaciones. “la cabeza del profesor Dowell”. Ciencia ficción rusa de los años treinta. Se lee facilito y no da mucho terror, en serio






En los años ochenta hicieron en Rusia una versión filmada del libro, aunque con el título cambiado; “el testamento del profesor Dowell”. No he visto la peli, pero la foto de la cabeza es muuuucho mejor que el dibujo de la edición española.





Y ahora sí, ¡ya sois libres de ir a tomar cervezotas, bailar regaeton o lo que queráis!
Un besotazísimo