samedi 6 décembre 2014

De Segovia a Cádiz. Capítulo 2: La costa de Cádiz


Ya sé que os estábais preguntando que donde rayos está nuestro azote bloguero, nuestra pesadilla de fin de semana, nuestro incongruente elemento disolvente, el gran Sorokin, que no nos cuenta la segunda parte del viaje a Segovia y Cádiz, que si sigue así, tal vez estemos ya en otro decenio y el relato va a perder actualidad, oportunidad y espontaneidad (por lo menos). Pero, no os precocupéis, que aquí estoy, dispuesto a seguir dando la plasta a amigos y enemigos de forma indiscriminada (para que luego digan que uno no es demócrata).

Os dejé, queridos amigos, a la vuelta de Segovia. Caían chuzos de punta, vamos, que llovía más que el día que enterraron a Zafra, como dicen en Madrid (aunque nadie sabe quién es Zafra, ni si lo enterraron ni si llovió). Con lo cual, un servidor se agarró un buen catarro, pero cosas peores se han visto. Y en esas, tras un día de descanso, tosiendo y tosiendo, emprendí el viaje al sur. Para guiarme en mis aventuras gaditanas, recurrí a las informaciones de mi amiga bloguera Madame Delikat, del blog Delikat Essences. Pero en fin, vayamos por partes: lo primero es llegar a Andalucía, claro.
Para eso, un servidor se subió al AVE a Sevilla. Bueno, hay que decir para mis amigos que no viven en España, que el AVE no es un pajarraco, como el Rok que llevaba a Simbad de acá para allá. No. AVE son las siglas de "Autotren de Velocidad Elevada". O sea, un tren de alta velocidad, como el TGV francés. Pues eso, que el AVE sale de la estación de Atocha en Madrid hacia Sevilla y que un servidor, que en el fondo es un guiri, se va para la estación y, para empezar, se queda pasmado porque en la estación de Atocha han puesto un criadero de tortugas. Muy lindo. Y sin tener que ir al trópico:


Pero en fin, tras los ¡Ohs! y ¡Ahs! y pagar cincuenta céntimos por ir al servicio a hacer pis (mal ejemplo de Paris y de Londres, o mal enfocado afán de emulación), vuestro bloguero se embarca en el AVE:


El viaje es muy bueno. Un par de horas para hacer los quinientos kilómetros que separan Madrid de Sevilla:


Y bien, aquí estamos, en la estación de Sevilla-Santa Justa. Debo deciros, ¡oh amigos!, que yo de Sevilla, ni chapa. He estado un par de veces en el pasado, pero sin romperla ni mancharla, o sea que estoy más perdido que Rouco Varela en una asamblea de Podemos. Pero bueno, me alquilé un coche, escuché atentamente los consejos de la bella joven que me lo alquiló sobre cómo salir de Sevilla, y me lancé a la ruta:



El mapa de arriba es muy optimista, y dice 1h34 minutos, pero un servidor tardó como tres horas. Para empezar, porque uno, que es un zote, no encontraba el cambio de luces del Opel Corsa y dos, porque lo de encontrar el hotel no fué nada, pero que nada, fácil. Vale, llegas a Chiclana, que se supone que es dónde está el hotel. Es de noche, no tienes GPS y el mapa que llevas es inútil; pero en fin, llegamos al hotel, que está en una urbanización nueva, que es muy lujosillo y que está lleno de alemanes. Eso sí, la cena se acaba a las 21h30 ¡¡En España, que en muchos sitios es la hora en la que abren los restaurantes!! Pues sí. Así es. Menos mal que había un centro comercial al lado, donde, en un bar irlandés (el único abierto), entre Guiness y Guiness, accedieron a darnos unas hamburguesas.


Eso sí, de ternera y muy sabrosas y con nachos y un guacamole relativamente aceptable.  Y ahora, explícale a tu compañera que en España se come y cena tarde y que en Andalucía, se come pescadito.

Pero en fin, el panorama que había por la mañana desde la terraza de la habitación, vale por todas las penas pretéritas, presentes y futuras:



Luego me dijeron que la playa de la Barrosa es la mejor de Andalucía. No me extraña. Es magnífica.

Para desayunar, como nos levantamos mucho más tarde que la hora prevista para desayunar (para desayunar los alemanes, claro), nos fuimos a Chiclana. Tras unos garbeos por sus calles, caimos en el bar "Los Cristales". Muy bien, Eso sí, a la hora en la que nos personamos no quedaban churros, lo que hubiera sido lo suyo, así que un servidor se empujó una magnífica empanada chilena con el café con leche:




Volvimos a la hora de cenar. Ya, por fin, cayeron unos pescaditos canónicos:



Bien, podéis ir, ¡oh queridos amigos!. Si el servicio puede dejar algo que desear, las tapas son buenas.

Vuestro bloguero, Sorokin, estuvo intentando seguir los consejos de Madame Delikat en cuanto a visitas y sitios de gastronomía se refiere, pero, ¡ay!, para empezar, el catarro me producía una invencible adherencia a las sábanas por la mañana -con lo que el día empezaba tarde- y luego, un montón de sitios recomendados, estaban cerrados. De todas maneras, fuimos a ver las Calas de Roche,  magníficas, solitarias, una maravilla. Otra cosa será ver cómo están en plena temporada:




Otro sitio recomendado por Madame era Vejer de la Frontera. En lo alto de una colina, dominando el paisaje:


Es un sitio lleno de ecos mágicos. Claro, en esta época del año y lloviendo, como nos tocó ese día, no había casi nadie. Pero bueno, eso le dió más encanto. Descubrimos un sitio de tapas, paseando a pie por la corredera: Califa, y ahí que nos metimos. Tienen muy buen género, un tanto amarroquinado, valga la expresión -y eso a pesar de que la camarera era más bien guiri- pero muy aceptable:


En la misma Corredera, un poco más lejos, hay una tienda de productos andaluces "Ya en tu casa". Interesante, aunque los precios no son nada baratos. Pero la tienda está chula:



Sin duda hay muchos pasajeros de Ryan Air que recalan por aquí, porque tienen un aviso especial para ellos:




Y bien. Nos perdimos en Vejer. Sí, mis amigotes. Nos perdimos en los vericuetos de Vejer. Por supuesto íbamos a pie. El coche se había quedado a la entrada del pueblo. Tras la Corredera, doblamos una calle y aparecimos en la plaza del Ayuntamiento:



Luego, nos metimos -entre la lluvia- por las callejas de la judería, y ni se sabe donde fuimos a parar. Como podéis ver en la foto de Google, el pueblo es bastante complicado, y si está nublado, no tienes brújula y no te puedes guiar por el sol, pues a saber en qué borde del pueblo estás:


Un amable empleado del Banco de Santander, que era la única persona que encontramos a mano, nos orientó y, por fin, pudimos volver a Chiclana.

Ya, la última noche, intentamos buscar algún sitio recomendado. Tras un recorrido de restaurante en restaurante y encontrarlos todos cerrados, fuímos al antiguo poblado de pescadores de Sancti Petri:



Un sitio, que si váis por Chiclana, no os debéis perder. Aunque parece que se está viniendo abajo, tiene el sabor de lo auténtico. Allí, está la cofradía de pescadores "Caño Chanarro". Muy recomendado como restaurante:




Allá que va vuestro bloguero a eso de las ocho de la tarde (siempre se aprende con los chascos) y pregunta al camarero, que está en la barra (diálogo que hubiera sido imposible en otro sitio que no fuera Andalucía):

-¿Tenéis restaurante?
- Ehto eh un rehtaurante
- Es que, como veo todas las mesas vacías...
- ¡Claro! porque no hay nadie




Pero bueno, nos quedamos. Para cenar nos ofrecieron lo que tenían, que era un Pargo. Un Pargo enorme, de 1Kg300. Demasiado para solo dos personas, pero oye, teníamos hambre y no les quedaba ningún otro pez de tronío. Así es que ... ¡venga el Pargo!:



Debo decir la verdad, el Pargo estaba fresquísimo. Era del día, pero nuestro amable cocinero, al que se ve en la foto, lo cocinó un poco demasiado, con lo cual estaba un pelín seco. En fin, con una botella de magnífico aceite de oliva virgen al laíto, para irle echando al pez, y otra botella de vino blaco de la zona, entró, ya lo creo que entró. Pero ojo, no era barato. Aviso para incautos.

Y nada más, mi corto viaje no dió más de sí. Espero repetir más adelante. Por el momento os dejo con el buen sabor de esta imagen de la Barrosa con la isla de Sancti Petri al fondo:



Un gran besote a todos. Y perdón por el rollazo



dimanche 23 novembre 2014

De Segovia a Cádiz. Capítulo 1: Segovia, la costa del cochinillo


Vuestro bloguero favorito, el gran Sorokin, se ha tomado un par de semanas de asueto en la península ibérica, en concreto en España. Lleno de alegría y energía y con absoluto desprecio del peligro de encontrarse algún corrupto por el camino, un servidor se decidió a ir primero a Segovia y luego a Cádiz. Ya sé lo que me vais a decir, que podía haber elegido dos sitios un poco más cercanos entre ellos, pero, ¡diablos!, uno que ha visitado medio mundo y atravesado océanos, no se va a amilanar por una cosita así, 500 Km más o menos, así es que, la decisión estaba tomada. Eso sí, como no quiero daros la brasa en exceso, voy a dividir el artículo en dos capítulos. Uno para Segovia y otro para el resto. De nada, colegas. Ya sé que apreciais este esfuerzo.

Pues a lo que voy, que empecé por Segovia, más que nada para enseñarle a mi acompañante como nos devoramos a pequeños animalillos, como este que se ve en la foto: (bueno, y de paso ver el acueducto y esas cosas)




Tal vez algunos de mis lectores se estremezcan al ver tan tierna criatura dispuesta a ser consumida. Ya lo sé, ya lo sé. Pero tengan sus mercedes en cuenta que ello es una larga tradición, y no se hace para divertirse como lo de alancear toros y otros simpáticos deportes españoles. No. Se hace para comer. Además, Segovia entera es un homenaje a los cerdos (como se decía antes: perdón por la forma de señalar). Se pueden ver en las calles:



Y en las veletas a la luz de la luna:



Aunque hay otras gentes que prefieren dejarlos crecer y consumirlos como jamón ibérico. La verdad es que yo soy más de esta segunda clase de gente:



Pero, en fin, como la tradición es la tradición, el primar día fuimos a Casa Duque, asador de toda la vida y del que yo conservaba recuerdos de mis tiempos mozos, cuando íbamos desde Madrid, nos empujábamos un cochino con bien de vino y luego volvíamos ese mismo día. (No hace falta que lo sepa la Guardia Civil, además, el delito ya ha caducado).



Duque sigue siendo muy aparente, y sus cochinillos quedan muy bien tostaditos:



Mucho espectáculo y mucha parafernalia, con el rito de partir el cochinillo con un plato y esas cosas:





Pero, un servidor piensa que ha comido mejores cochinos. Además, si te inflas de cerdito, puedes acabar como este personaje, que casi se está transformando en antropófago. Sobre todo si lo comes la noche de difuntos:


Total, que la segunda noche cambiamos de tercio y decidimos hacerle caso a TripAdvisor que recomienda el Mesón "José María" como el mejor de Segovia. Dicho y hecho:



Además, ya cansados de cerditos nos decidimos a atacar un cuarto de corderito asado:



Qué maravilla, colegas, buenísimo. Y eso que la costa del cordero queda un poco a trasmano, en Sepúlveda y Riaza, pero nada. Este estaba delicioso. Y el vino de la casa es algo espectacular:



No os inquietéis, que vuestro bloguero estaba en un hotel, al ladito del restaurante, el "Infanta Isabel", que os recomiendo, si caéis por Segovia. No cogí el coche (agarré, vaya, mis amigos del otro lado del charco) en los dos días. En el hotel se lo llevan, te lo guardan, y te lo devualven el día que te vas.

Y una vez cumplido el rito del cochinillo y del cordero, podéis dedicar el día a pasear por Segovia. Sobre todo si hace solete, como fue el caso. Ver la catedral desde el Alcázar y hacerle una foto. (No digo ver la Catedral, porque la mera visita cuesta dinero, no sé adonde vamos a llegar):




Y, desde luego, una visita a alguna confitería, como esta, que estaba al lado del hotel, y probar el ponche segoviano. De verdad, inolvidable.





Bueno, me detengo aquí. El próximo día seguiré con el capítulo 2. "La costa de Cádiz". Besotes a todos y -especialmente- a todas

lundi 20 octobre 2014

Tournai, ciudad fronteriza



Pues sí, queridos amigos, Tournai, una de las ciudades más antiguas de Bélgica es, y ha sido siempre, una ciudad de frontera. Está a veinte kilómetros de Lille, en Francia. Pero no solo eso, ¡Oh amigotes!, en tiempos históricos fué frontera entre Francia y España. Sí, no me pongáis esa cara de incrédulos. Cuando, lo que entonces se llamaba Flandes, pertenecía a la corona española -cuyo rey, como todos sabéis, Carlos V, era más bien flamenco que otra cosa- Tournai cambió de manos varias veces. Una veces era francesa y a ratos, española. Todo eso, por supuesto, con bastantes batallas de por medio. Hoy en día, somos todos europeos, como todo el mundo sabe, aunque unos sean de Albacete y otros de Karlovy-Vary. Pero en fin, dentro de eso y de toda su "belgitud", Tournai es bastante francesa. De hecho forma parte de la región trasfronteriza de Lille.

Y si queréis saber una cosa, vale la pena una visita. Quizá no tenga la reputación internacional de Brujas o de Gante, pero la ciudad tiene mucho ambiente, es bella y su gente es encantadora. En serio.
La "Grand Place" no es tan impresionante como la de Bruselas o la de Brujas, pero conserva todo su ambiente, bajo la mirada brillante de Christine de Lalaing, la moza esa de la estatua. Una especie de Juana de Arco, pero diferente. De hecho, defendió Tournai contra las tropas españolas de Alejandro Farnesio, y perdió. Pero ahí viene la diferencia, Farnesio la dejó libre (y a todos los turnesianos), sin quemarla ni nada, como hicieron los ingleses con la Juana. Oiga, los españoles somos así, podemos torturar toros, ejecutar pobres perros por si tienen Ebola, pero no quemamos doñas así como así. Vamos, por lo menos, no todos los días.




Un servidor de todos vosotros-ustedes, ha pasado el último fin de semana en Tournai. Por suerte, hizo un tiempo extraordinario. Lamentablemente, la catedral que es uno de los atractivos principales de la ciudad, está en obras. Los turnesianos suelen decir que Tournai tiene "quatre clochers et quatrecents cloches" ("cuatro campanarios y cuatrocientas campanas") chascarrillo intraducible, porque se pronuncia igual que "quatre sans cloches", es decir: "cuatro sin campanas". Pero, ea, por el momento, dos de los cuatro tienen unos grandes preservativos:





Para que os hagáis una idea de como es la catedral sin esas grandes capotas de plástico, he aquí como la reproducen en un sello belga de 1971:



La gracia es que, aparte de los cuatro campanarios románicos tiene todo un ábside gótico, posterior, que por el momento no es visitable.

Si os paseais por el exterior de la catedral, podeis encontraros a Roger Van de Weyden, tratando de dibujar una virgen con el niño, que graciosamente se han prestado a posar:



Otro de los atractivos turísticos es el llamado "Pont des trous" (puente de los agujeros), sobre el Escalda, el río que atraviesa la ciudad, y que debería datar del siglo XIII:



Pero al que, con singular perfección, la Luftwaffe, le añadió un agujero suplementario en 1940:



(la foto no es mía, como podeis imaginar, que yo no andaba por allí, ni en el tiempo ni en el espacio, alabado sea el señor)

Pero en fin, si continuais la visita y recorreis las murallas por el exterior, podeis ver este  singular árbol gimnasta:


Un servidor de todos ustedes, vuestro bloguero Sorokin, reservó habitación (varias habitaciones, porque éramos siete) en el hotel Alcántara, al ladito de la Grand Place. Muy recomendable y con una gente amabilísima:




Con buenas vistas nocturnas, como la de esta torre vecina, con un reloj que, afortunadamente, se estuvo callado toda la noche.


Si, Oh amiguetes, sois amantes de las meriendas, pasteles y similares, la confitería Vienne, en la rue Royale, aparte de ser muy aparente, hace unos pasteles deliciosos:


Su especialidad son los -así llamados- "senateurs":


Están buenísimos. No diré que ligeritos, pero espectaculares. Además, os diré que el hojaldre, en contra de la costumbre de la región, no está hecho con mantequilla, sino, según mi percepción, con manteca de cerdo. Algo dejaron pues los tercios de Flandes en la zona.

Para cenar, puedo darme el gusto de recomendaros "Au boeuf qui rit", en la Grand Place:



Sus entrecots son espectaculares. Ya sé, que me váis a decir que no llevan mucha guarnición, pero es igual. Están buenos y te ponen una patata asada al lado.



Como veis, cuidan bien a las vacas:



Y para bajar la cena, otro paseíto por la Grand Place, con el beffroi iluminado:



Y nada más por el momento, amigos, que me voy a cenar, En mi casa, eso sí, que no hay que abusar.

Besotes