jeudi 12 novembre 2015

Dos relatos y una receta



Andaba yo estos días, queridos amigotes, un poco desganado, deprimido tras pasar una semana en Manilva, en Andalucía, vaya (ya os lo contaré otro día si sois buenos y aguantáis el rollo que os voy a meter acto seguido), y en esas, ¡zas! me llega un eMilio de un concurso literario de mini relatos al que, en su día, vuestro seguro servidor, que tiene un morro que se lo pisa, había enviado un minirrelatillo. Después de incontables meses, días, edades geológicas y otros periodos temporales tirando a más bien largos, los no sé cuantos cientos de profesores, catedráticos y otros sabios, habían seleccionado los finalistas entre algo así como 35.000 relatos que habían recibido. Y, ¡tate, tate, folloncicos!, que el relato de un servidor estaba entre los finalistas. No he ganado, oye, pero eso ya está bien, con toda la ola de escritos que les habían llegado. Me enteré del concurso por un soplo que me dió una de mis blogueras favoritas, Carmen Mendoza, del blog "Saborearte entusiasma".

En fin, que os vais a tragar el relato finalista (si os apetece, claro):




Ejércitos



El Rey dió la orden. Sonaron las trompetas. El ejército real se lanzó al ataque, cruzó el río y se abalanzó sobre sus enemigos. Pero ¡ay!, atravesaron el compacto bloque enemigo sin que éste sufriera el menor daño.

El Rey, dió orden de girar en redondo y volver a cargar, con idéntico resultado. Esto se repitió varias veces, hasta que, perplejo, mandó llamar a su adivino.

Éste, preguntó ¿está su Majestad seguro que su ejército es el ejército real? ¡claro! respondió el Rey. ¡No puede haber otro ejército real!.


Pues entonces, Majestad, el otro es un ejército imaginario.


Como veis, es cortito, lo que en estos tiempos ajetreados es una ventaja. Pero vamos, no me voy a parar aquí. Os voy a poner otro, que escribí hace años cuando vivía en México. Os prometo que es totalmente autobiográfico, que es como mejor cuenta uno las cosas:




Ansiedad


Evaluó cuidadosamente todas las alternativas que tenía. Por ejemplo, decir que había muerto de una indigestión de pescado frito. O, tal vez, anunciar un viaje ineludible a las islas Aleutianas a vacunar focas contra la difteria. Pretextar, quizá, una repentina ausencia de diez u once meses para solventar un asunto grave en el Turquestán.


Ninguna posiblidad le seducía de forma clara. Suspiró, mientras abría la puerta de su casa y ... ahí estaba. Allí estaba ya, antes incluso de lo esperado, sin haberle dado tiempo a preparase sicológicamente. Adornada con tonos azules y blancos, transparentes en los sitios adecuados.


Presa de viva agitación, sin decir palabra, le rasgó de forma brutal el tejido que cubría su verdad ineludible. Sus ojos enrojecidos pudieron verla ya sin tapujos, sintiéndose desvanecer: trescientos mil pesos importaba ese mes la factura de Teléfonos de México


Bueno, vale, como habéis visto también era cortito, así es que os libero de esta cruz y paso a contaros la receta que he preparado para vosotros ustedes: Una caponata siciliana a la sorokinesca.

Vais a necesitar (para una persona, para más, multiplicáis por el factor necesario, que ya sé que sois bien listos):

Una berenjena
Una ramita de apio, con tallo, por supuesto
Una cebolla
Aceite de oliva
Vinagre balsámico
Mostaza
Aceitunas (la diferencia entre la caponata sorokinesca y la siciliana es que yo las he puesto verdes y no negras, como los sicilianos -es que yo no tenía negras, la verdad-)
Alcaparras.

Para empezar, se corta la berenjena en dados (vamos, o algo que se le parezca). Ojo, con plel, no como en el pisto manchego:






Se trocean, asímismo, la cebolla y el apio:



Se fríen las berenjenas a fuego suave durante quince minutos (mejor tapar la sartén, pero, ¡Oh amigotes!, a sartén tapada las fotos salen muy tontas). Eso sí, tras la foto, las tapáis:



Se añaden el apio, la cebolla:



El vinagre balsámico y la mostaza:




Todo ello se cuece a fuego suave unos veinte minutos, con la sartén tapada (ver comentario más arriba). Tras ello, se añaden las aceitunas y las alcaparras:





Y se cuece de nuevo a fuego suave otros veinte minutos:

Y bien, queridos amigos, la caponata sorokinesca está lista para ser consumida con deleitación. Yo la consumí con un Vacqueyras (mi Côtes du Rhône preferido) del 2012:




Pero en fin, para ser genuino, hubiera debido abrir la botella de Corvo siciliano que tenía en la cava. Bueno, me bebí el Corvo otro día. Y diré la verdad, prefiero el Vacqueyras, pero no se lo digáis a mis amigos sicilianos, no vaya a ser que se enfaden:






Para acabar de lleno en Sicilia, os voy a poner un video muy útil para recordarnos a los europeos que todos hemos sido emigrantes alguna vez. Como decían en la Comuna de Strassen, en Luxemburgo, cuando yo vivía por allí:  "Wir sind alle Ausländer fast Überall" (todos somos extranjeros casi en todas partes). Pero, ea, vete a contar eso a los tarugos paletos nacionalistas estrechos

Un besote. Y no lo olvidéis: todos somos extranjeros en esta tierra que creemos nuestra.